martes, 28 de agosto de 2012

Lucas, sa solitud


“Non, je ne suis jamais seul
Avec ma solitude”
Georges Moustaki


A Lucas se le comía la melancolía. No aguantaría mucho más esta rutina que le llenaba de polvo y suspiros. Andaba como desesperado buscando un «¿cuando nos vemos?». Mientras eso llegaba se sentaba a hablar con Bill.
– Qué difícil es ser feliz cuando has conocido la felicidad, Bill.
– Anda va, cómo te gusta esto de languidecer a base de suspiros y música. Tienes exactamente lo mismo que cuando la conociste. Te quejas porque te crees demasiado leído y te escondes en párrafos que no entendiste para reivindicar un poco más de atención por parte de la felicidad, pero Lucas, no te equivoques. Tienes a alguien a quien enviarle cartas de amor, tienes alguien con quien pasar una noche en vela llena de risas por solo 3,45 € el billete de ida más dietas. Deja de lamentarte.
– Si fuese tan fácil. Son las malditas cartas de amor lo que me llenan de melancolía. Hace mucho que no llegan y además, escribir una es envejecer 2 años. Eso sí, creyéndote Neruda o Bécquer en la era del Whatsapp. He conocido lo que es recitar cartas de amor sin escribir una letra en el papel, y ganarme un beso, como poco. Esto es tan difícil como soñar tus sandalias perfectas y salir en busca de ellas para llevártelas puestas, una en cada pie. Seguro que no las encuentras Bill, seguro que te vuelves con tus botas a casa con 35 º, y eso te pone de mal humor y un poco triste. Y todavía más si te levantas todos los días a buscarlas y llegas a casa, invariablemente también todos los días, con los pies achicharrados.
– Ahí si te sigo. Cuando sueñas tus sandalias no hay otras que te valgan…
– Deja estar las estúpidas sandalias…te hablo de la felicidad.
– Te aseguro que aunque no haya leído todavía la Metamorfosis, sé lo que es una metáfora a gran escala.
– Está bien. Volviendo a las sandalias, me siento partido en dos. Estoy convencido de un Lucas que sueña, que absorbe y se alimenta de los discursos de los soñadores de los libros que lee. Porque no te pienses que leo cualquier cosa, los elijo a pulso. Es casi como ideología pura. Un libro de soñador. Este Lucas es el de las cartas de amor, Bill. Este es el que se enamora y lo convierte todo en una dulce estupidez, llena de fetiches, complicaciones, de esfuerzos invisibles que lo multiplican todo por tres. Es por eso que me muevo entre el paraíso y el infierno Bill, aunque las llamas nunca me quitan de la cabeza el néctar y la ambrosía. Pero hay otro Lucas. Otro que espera paciente, que renuncia sin lágrimas porque tiene que, que respira hondo cuando algo no le gusta y lo silencia a base de mirar a otro lado. Y mientras espero, y miro a otro lado ciego a las renuncias, me lleno de polvo.
Bill calla. Mirar a Lucas y le ve una mirada enrabietada y dolida por todo lo que ha sido capaz de decir de él mismo.
– ¿Sabes Bill? –sigue Lucas. Acabo de decir esto casi como si me hubiese salido un eructo, que no he sido capaz de prever y que solo he sabido de él una vez se ha hecho evidente para el oído.
– Lucas, esta noche nos vamos de risas. No tienes cura. Seguramente tu vida sea de lo más normal que se conoce, pero debes de ser “el tipo corriente más fuera de lo corriente que conozco”. Tal vez dentro de una semana, de unos días estás limpio de polvo y recitando como un loco. Quién sabe…¿Nos vamos?

domingo, 17 de junio de 2012

Lucas, sus avances en la investigación III





Les ruego que disculpen la falta de disciplina de Lucas. Durante este tiempo ha estado más pegado a su víctima que nunca, ha conseguido datos suculentos, pero a pesar de nuestro interés y expectativas respecto a los frutos de su trabajo, se ha negado a rendir cuentas. Sí, vale, es excéntrico, pero es el bueno en su trabajo. Según me reconoció, el caso de G-12 se complicó, ha estado a punto de ser descubierto en más de una ocasión. Por este motivo decidió perder por un tiempo toda conexión con nosotros. Este último informe ha sido enviado desde València, y representa una inestimable muestra de las intimidades más sugerentes de G-12. Esperamos que con esta información sea posible presentar una acusación en firme, y esclarecer por fin este asunto. Les sugiero de nuevo perdonen a Lucas, ha cumplido, a su modo, eso sí, y a su tiempo, pero este trabajo le apasiona, y me prometió que no cejara hasta llegar al fondo de la cuestión.

València, 17 de junio de 2012

Escribo estas líneas después de un tiempo en el que he podido descubrir nuevas facetas de este personaje hipnótico pero peligroso que resulta G-12. Estos comportamientos han sido descritos en València. No voy a hacer una narración vívida de los acontecimientos y mis experiencias, tan solo me limitaré a arrojar luz sobre los actos sospechosos de su comportamiento.

Solo desde una convivencia cómplice se pueden llegar a comprender alguno de los protocolos de G-12. Podría parecer un desatino, una locura, una excentricidad, pero os aseguro que al final se le llega a comprender. Imaginen un espacio de dos habitaciones, una grande con ventana y pequeño balcón, y otra más pequeña totalmente estanca, un salón, una cocina pequeña y un baño bastante aseado. Pero el uso de cada habitación podría sorprender a muchos. Así, la espaciosa y luminosa habitación se convirtió en un trastero, la pequeña habitación estanca en una acogedora habitación dormitorio, el salón en una zona de paso, el pasillo en comedor, y el baño en una sala multiusos donde se podía navegar por internet, ver la televisión sentado mirando la taza del wáter o incluso darse un baño. La cocina era el único espacio que respetaba todas las convenciones.

Y ya que menciono la cocina, voy a comentar algún dato revelador de los hábitos alimenticios de G-12. La clave en los gustos culinarios de G-12 es la sencillez. Así, en los “miércoles de los 100 montaditos”, elige los clásicos de 1 o 2 ingredientes (el de foie de pato con confitura de frutos rojos es una excepción), sus platos preferidos son las chuletitas asadas con patatas fritas, salmón a la plancha, tortilla de patas, tomate con mozzarella… Por cierto, el ritmo de ingesta de mozzarellas puede ser más que considerable. Capítulo a parte tienen las bebidas. Creo, y después de este tiempo lo tengo más que asumido, que G-12 no sabe situarse en las estaciones meteorológicas. Es curioso observar como descoloca un camarero tras otro pidiendo un tinto de verano en pleno invierno, o como pide agua fresca en marzo, a 15 grados, porque eso de agua “natural” le suena a risa. También se le ha descubierto en alguna ocasión pidiendo un poleo en un “100 montaditos”.

A G-12 le encanta el riesgo. Aunque el riesgo real. Hice un experimento con el Call of Dutty, pero fue un fracaso (siempre prefirió picarse al Little Big Planet). Los tiros virtuales no son lo suyo. Y digo el riesgo real porque en una ocasión temí por mi integridad física cuando en la celebración de un partido entre el F. C. Barcelona y el Real Madrid, los llamados clásicos, se puso a jalear entre una furia blaugrana a los merengues. Sentí las miradas clavadas en nuestras nucas, y sentí la necesidad de desmarcarme de tal entusiasmo.

Pero todo conato de valentía o de coraje que muestra en esta afición al riesgo se ve controvertida por la existencia de seres voladores. G-12 tiene verdadero pánico a todo bicho volador, y la peligrosidad que percibe es indirectamente proporcional a su tamaño. He visto a G-12 correr haciendo exagerados aspavientos por haber intuido la presencia de un mosquito por el zumbido en un oído, y sin embargo ni inmutarse prácticamente al ver a un enjambre (supongo que no será el término técnico) de gaviotas amenazando con defecar a la vez sobre sus cabezas. La única inversión de la norma tal vez sea con las polillas, el miedo a las cuales sí es proporcional a su tamaño. Su aparición requiere medidas desesperadas de defensa como coger una escoba o un mocho por fusil. He llegado a calificar en alguna ocasión a este miedo “pavor patológico”.

Un dato sobre el que he reflexionado largas tardes es el tema del reciclaje. Es tan contradictorio…G-12 tiene una capacidad intelectual abrumadora, y esa capacidad viene aliñada con una agilidad y versatilidad apabullantes. Así, no solamente es capaz de realizar un estudio sobre la contracultura de casi 100 hojas digno de mención científica, sino que además, es capaz de ir añadiendo contenido a medida que devora libros, y es capaz de reciclar lecturas anteriores, y es capaz de reutilizar algún ensayo sobre la locura para “cascarse” 300 hojas, eso sí, reciclando el visionado de alguna película. Recicla también un texto sobre el Sahara y lo convierte en un análisis sobre un conflicto de proximidad. Pero no es capaz de echar el rulo base del papel higiénico en la bolsa de reciclaje papel/cartón. En cambio el envase tetrabrik o tetrapack se separa en la bolsa de papel/cartón porque no ve indicio ninguno de ser ciertamente un envase. He llegado a la conclusión de que en su mundo, el reciclaje intelectual es incompatible con el material.

G-12 tiene una obsesión con su físico. Puede parecer que es exagerada esta apreciación sin poder aportar ningún dato directo que demuestre esta hipótesis, pero creo que mi experiencia en este trabajo y en este caso concreto, en el comportamiento de G-12, hace verosímil esta apreciación. Sino no se puede encontrar una explicación “razonable” al hecho de que G-12 haya leído “La sombra del viento” y “El temor de un hombre sabio” en la cama, sujetando el libro (enemigo de las selvas, cuanto papel) en alto durante sus largas lecturas nocturnas. O la velocidad que alcanzaba su bicicleta. Una velocidad crucero casi inalcanzable que solo modificaba cuando se picaba (constantemente) con competidores de carril bici.

En definitiva, este tiempo ha servido para llegar a la conclusión de que G-12 se trata de un ser cuanto menos peculiar, sin duda único y exquisito en su especie, contradictorio en sus genialidades y fatal en las distancias cortas.
He de reconocer que por primera vez en mi carrera profesional, el ejercicio de mi tarea se ha difuminado en la apariencia que he adoptado en su entorno. No se muy bien si me debo a estos informes o a la relación que he conseguido entablar con G-12. En todo caso, solicito el cese de mi actividad, ya que veo comprometido el futuro de la investigación.

P.D. No se donde llegará esta investigación, pero G-12 nunca dejará de sorprender.

miércoles, 11 de abril de 2012

Lucas, sus desciframientos.



Lucas pasaba muchas horas descifrando las páginas que leía. 

Le gustaban especialmente aquellas que utilizaban no ya tanto el justo adjetivo como decía Josep Plà, sino el adjetivo insospechado, como nadie decía pero que se le ocurrió llamarlo así. Le gustaban esas páginas trampa en la que la historia no era una, sino tantas como lecturas posibles. Libros que significaban una cosa u otra dependiendo en qué día fuesen leídos, en qué momento, en que instante volviese a la encrucijada de palabras. Cada frase requería una reconstrucción del relato hasta el momento mismo de leer esa frase, una revisión permanente del “qué”, provocado por el “cómo”, esa literatura absorbente que le arrancaba de donde hubiese puesto el culo para llevarlo a obsesivas cavilaciones y asociaciones.

Aquella noche tenía entra las manos un librito, “Nosotros dos” se llamaba, y ya desde el título no leyó lo que decía, sino lo que quiso. Intuyó (porque saber no sabía) que llevaba toda la vida escribiendo la misma novela, haciendo literatura de su memoria para llenar los huecos que su entendimiento dejaba vacíos.

Al final Lucas buscaba en sus lecturas descifrar su memoria, esos nudos en el cordel del tiempo que descubría buscando sentido. Señales que Lucas ató a su memoria cundo escuchó por primera vez el sonido de tu pis por la mañana en un bañito compartido, cuando, como tiempo después admitió, supo que escuchabas sus poemas como nadie lo hizo nunca, cuando supo que sonreír cuando sonaba la puerta era lo que los perros de ese tal Pavlov. Cuando entendió por qué ese sonreírse satisfecho por tender tu ropa íntima un poco desgastada, ese gusto por malgastar horas leyendo títulos pensando que eso significaba saber del libro para después contarte, el regodeo por las pequeñas discusiones por apagar la lamparilla de la mesilla de noche, esa luz que a la vez le unía con las páginas, y a la vez le separaba de sus nudos, porque también después de la lamparilla había el no dejarte cerrar los ojos, cubrírtelos de incertidumbres que irrumpían por tu cuerpo en un lugar insospechado pero deseado. Supo que luego te pidió el hueco de un hombro y corriste sencillamente el pelo hacia el otro. Y allí se encontró cuando tuvo que cerrar el libro.

Las trampas de sus historias le atrapaban. Nunca pudo escapar. Nunca quiso.

lunes, 5 de marzo de 2012

Lucas, y ahora, ¿qué viene?


Hace poco un amigo le preguntó a Lucas, y ahora ¿qué viene?

Lucas llevaba algunos días pensando en ello, largos silencios le congestionaban la mente de pensamientos. En aquel momento en que su amigo se lo preguntó, le pareció tan obvio que era una pregunta estúpida, que calló con los ojos metidos en la ensalada.

La verdad que después de tanto tiempo, las cosas habían cambiado. Las buenas palabras ahora iban al final, las cesiones se convirtieron en objeciones, los poemas volvían a ser de los trovadores de siempre con guitarra, las palabra sentaban mejor escritas, la comunicación prohibida y la realidad paralela se convirtieron en casi una válvula de escape necesaria que al final tenía efecto de succión, y por ahí se fueron algunos de sus mejores momentos.

Lucas sentía como nunca la oportunidad perdida, el momento de pensar en el momento, de ver que hay que elegir una opción entre varias, sin vuelta atrás, indeleble, e irremediable. El vértigo de la acción sin solución. Contaba hacia atrás para hablar, contaba y callaba. Se volvía a cargar de coraje, volvía a contar y volvía a callar. Respiraba hondo pero el silencio seguía saliendo de su boca a gritos.

Y ahora, ¿qué viene Lucas? Después de este tiempo, ¿qué esperas? El amor se vive difícil. No se qué viene amigo, pero algo tendremos que poner. Podríamos tal vez volver a poner las buenas primero, trovar sin guitarra, mirar a los labios y hablar con los ojos, y vivir la realidad de verdad.

Saps amic, el que vam trobar mai morirà. Per què no intentar la vida que es merèix? Ho intentem?