domingo, 17 de junio de 2012

Lucas, sus avances en la investigación III





Les ruego que disculpen la falta de disciplina de Lucas. Durante este tiempo ha estado más pegado a su víctima que nunca, ha conseguido datos suculentos, pero a pesar de nuestro interés y expectativas respecto a los frutos de su trabajo, se ha negado a rendir cuentas. Sí, vale, es excéntrico, pero es el bueno en su trabajo. Según me reconoció, el caso de G-12 se complicó, ha estado a punto de ser descubierto en más de una ocasión. Por este motivo decidió perder por un tiempo toda conexión con nosotros. Este último informe ha sido enviado desde València, y representa una inestimable muestra de las intimidades más sugerentes de G-12. Esperamos que con esta información sea posible presentar una acusación en firme, y esclarecer por fin este asunto. Les sugiero de nuevo perdonen a Lucas, ha cumplido, a su modo, eso sí, y a su tiempo, pero este trabajo le apasiona, y me prometió que no cejara hasta llegar al fondo de la cuestión.

València, 17 de junio de 2012

Escribo estas líneas después de un tiempo en el que he podido descubrir nuevas facetas de este personaje hipnótico pero peligroso que resulta G-12. Estos comportamientos han sido descritos en València. No voy a hacer una narración vívida de los acontecimientos y mis experiencias, tan solo me limitaré a arrojar luz sobre los actos sospechosos de su comportamiento.

Solo desde una convivencia cómplice se pueden llegar a comprender alguno de los protocolos de G-12. Podría parecer un desatino, una locura, una excentricidad, pero os aseguro que al final se le llega a comprender. Imaginen un espacio de dos habitaciones, una grande con ventana y pequeño balcón, y otra más pequeña totalmente estanca, un salón, una cocina pequeña y un baño bastante aseado. Pero el uso de cada habitación podría sorprender a muchos. Así, la espaciosa y luminosa habitación se convirtió en un trastero, la pequeña habitación estanca en una acogedora habitación dormitorio, el salón en una zona de paso, el pasillo en comedor, y el baño en una sala multiusos donde se podía navegar por internet, ver la televisión sentado mirando la taza del wáter o incluso darse un baño. La cocina era el único espacio que respetaba todas las convenciones.

Y ya que menciono la cocina, voy a comentar algún dato revelador de los hábitos alimenticios de G-12. La clave en los gustos culinarios de G-12 es la sencillez. Así, en los “miércoles de los 100 montaditos”, elige los clásicos de 1 o 2 ingredientes (el de foie de pato con confitura de frutos rojos es una excepción), sus platos preferidos son las chuletitas asadas con patatas fritas, salmón a la plancha, tortilla de patas, tomate con mozzarella… Por cierto, el ritmo de ingesta de mozzarellas puede ser más que considerable. Capítulo a parte tienen las bebidas. Creo, y después de este tiempo lo tengo más que asumido, que G-12 no sabe situarse en las estaciones meteorológicas. Es curioso observar como descoloca un camarero tras otro pidiendo un tinto de verano en pleno invierno, o como pide agua fresca en marzo, a 15 grados, porque eso de agua “natural” le suena a risa. También se le ha descubierto en alguna ocasión pidiendo un poleo en un “100 montaditos”.

A G-12 le encanta el riesgo. Aunque el riesgo real. Hice un experimento con el Call of Dutty, pero fue un fracaso (siempre prefirió picarse al Little Big Planet). Los tiros virtuales no son lo suyo. Y digo el riesgo real porque en una ocasión temí por mi integridad física cuando en la celebración de un partido entre el F. C. Barcelona y el Real Madrid, los llamados clásicos, se puso a jalear entre una furia blaugrana a los merengues. Sentí las miradas clavadas en nuestras nucas, y sentí la necesidad de desmarcarme de tal entusiasmo.

Pero todo conato de valentía o de coraje que muestra en esta afición al riesgo se ve controvertida por la existencia de seres voladores. G-12 tiene verdadero pánico a todo bicho volador, y la peligrosidad que percibe es indirectamente proporcional a su tamaño. He visto a G-12 correr haciendo exagerados aspavientos por haber intuido la presencia de un mosquito por el zumbido en un oído, y sin embargo ni inmutarse prácticamente al ver a un enjambre (supongo que no será el término técnico) de gaviotas amenazando con defecar a la vez sobre sus cabezas. La única inversión de la norma tal vez sea con las polillas, el miedo a las cuales sí es proporcional a su tamaño. Su aparición requiere medidas desesperadas de defensa como coger una escoba o un mocho por fusil. He llegado a calificar en alguna ocasión a este miedo “pavor patológico”.

Un dato sobre el que he reflexionado largas tardes es el tema del reciclaje. Es tan contradictorio…G-12 tiene una capacidad intelectual abrumadora, y esa capacidad viene aliñada con una agilidad y versatilidad apabullantes. Así, no solamente es capaz de realizar un estudio sobre la contracultura de casi 100 hojas digno de mención científica, sino que además, es capaz de ir añadiendo contenido a medida que devora libros, y es capaz de reciclar lecturas anteriores, y es capaz de reutilizar algún ensayo sobre la locura para “cascarse” 300 hojas, eso sí, reciclando el visionado de alguna película. Recicla también un texto sobre el Sahara y lo convierte en un análisis sobre un conflicto de proximidad. Pero no es capaz de echar el rulo base del papel higiénico en la bolsa de reciclaje papel/cartón. En cambio el envase tetrabrik o tetrapack se separa en la bolsa de papel/cartón porque no ve indicio ninguno de ser ciertamente un envase. He llegado a la conclusión de que en su mundo, el reciclaje intelectual es incompatible con el material.

G-12 tiene una obsesión con su físico. Puede parecer que es exagerada esta apreciación sin poder aportar ningún dato directo que demuestre esta hipótesis, pero creo que mi experiencia en este trabajo y en este caso concreto, en el comportamiento de G-12, hace verosímil esta apreciación. Sino no se puede encontrar una explicación “razonable” al hecho de que G-12 haya leído “La sombra del viento” y “El temor de un hombre sabio” en la cama, sujetando el libro (enemigo de las selvas, cuanto papel) en alto durante sus largas lecturas nocturnas. O la velocidad que alcanzaba su bicicleta. Una velocidad crucero casi inalcanzable que solo modificaba cuando se picaba (constantemente) con competidores de carril bici.

En definitiva, este tiempo ha servido para llegar a la conclusión de que G-12 se trata de un ser cuanto menos peculiar, sin duda único y exquisito en su especie, contradictorio en sus genialidades y fatal en las distancias cortas.
He de reconocer que por primera vez en mi carrera profesional, el ejercicio de mi tarea se ha difuminado en la apariencia que he adoptado en su entorno. No se muy bien si me debo a estos informes o a la relación que he conseguido entablar con G-12. En todo caso, solicito el cese de mi actividad, ya que veo comprometido el futuro de la investigación.

P.D. No se donde llegará esta investigación, pero G-12 nunca dejará de sorprender.